Wednesday, January 31, 2007

 

Gallo.Net

La anciana y su gallo

La anciana que vivía en una granja observó que su gallo cantaba siempre a la misma hora, minutos antes de comenzar el día; pensó entonces que era el canto de su gallo el que producía la salida del sol.

Los vecinos molestos por el canto, protestaron. La anciana decidió entonces irse a vivir a otro pueblo llevándose el gallo.

La primera madrugada en su nuevo hogar fue igual que siempre: el gallo cantó y el sol comenzó a elevarse sobre el horizonte. Poco a poco la claridad invadió el lugar. La mujer pensó: "Lo lamento por la gente del otro pueblo a quienes dejé a oscuras para siempre".

Le extrañó que nunca la hubieran llamado para que regresara.


Wednesday, November 16, 2005

 

El Contrabandista

Todos sabían que era indiscutiblemente un contrabandista. Era incluso célebre por ello. Pero nadie había logrado jamás descubrirlo y mucho menos demostrarlo. Con frecuencia, cruzaba de la India a Pakistán a lomos de su burro, y los guardias, aun sospechando que contrabandeaba, no lograban obtener ninguna prueba de ello.Transcurrieron los años y el contrabandista, ya entrado en edad, se retiró a vivir apaciblemente a un pueblo de la India.
Un día, uno de los guardias que acertó a pasar por allí se lo encontró y le dijo:
--Yo he dejado de ser guardia y tú de ser contrabandista. Quiero pedirte un favor. Dime ahora, amigo, qué contrabandeabas.
Y el hombre repuso:
--Burros.

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Friday, October 14, 2005

 

Circulo del 99

Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey cantando y tarareando alegres canciones de juglares. Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.
. El rey estaba como loco. No consiguia explicarse como el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos.Cuando se calmo, llamó al más sabio de sus asesores y le pregunto:
-¿Por qué el es feliz?
-Ah, majestad, lo que sucede es que el está fuera del circulo..
-¿Fuera del circulo?-Así es.
-¿Y eso es lo que lo hace feliz?
-No majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
- A ver si entiendo, estar en el circulo te hace infeliz.
- Así es.
- ¿Y como salió?
- Nunca entró.
- ¿Que circulo es ese?-
El circulo del 99.
- Verdaderamente, no te entiendo nada.
- La unica manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.Haciendo entrar a tu sirviente en el circulo.
-¡Eso obliguémoslo a entrar!
- No Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el circulo. Si le damos la oportunidad, el entrará solito...solito.
-¿Pero el no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
- Sí se dará cuenta. No lo podrá evitar.
-¿Dices que el se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en el y no podrá salir?
-Tal cual. Majestad, ¿estas dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del circulo?
-Sí.
-Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar el rey.
Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del sirviente. Allí esperaron el alba.
Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pincho un papel que decía: "Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste."
Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse.
Cuando el sirviente salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía.
El sirviente vió la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados de la puerta, y se arrimaron a la ventana para ver la escena.
El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido de la bolsa sobre la mesa. Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! El, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él.
El sirviente las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.
Así jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas.
Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20,30,40,50,60... hasta que formó la última pila: ¡9 monedas!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa.
"No puede ser", pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.
-¡¡Me la robaron gimió, me la robaron!!
Una vez más busco en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba. Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro, "sólo 99".
-"99 monedas. Es mucho dinero", pensó. Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un numero completo -pensaba- cien es un numero completo, pero noventa y nueve no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del sirviente ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que se asomaban los dientes.
El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?
Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla. Después quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.
"Doce años es mucho tiempo pensó.
Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello.
Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero.
Era demasiado tiempo!!!
Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender...
Vender...Vender...
Estaba haciendo calor. ¿Para que tanta ropa de invierno? Para que más de una par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio volvieron al palacio.El sirviente había entrado en el circulo del 99...
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche.
Una mañana, el sirviente entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando de pocas pulgas.
-¿ que te pasa?- preguntó el rey de buen modo
.-Nada me pasa, nada me pasa.
-Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
-¿Hago mi trabajo, ¿no? ¿Que querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No paso mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente.No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
= Cuento indio =
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